Los sistemas religiosos de Margaret Weis: el Bien contra el Mal y sus grises

Si por algo se caracterizan los mundos que crea Margaret Weis, con cualquiera de sus múltiples colaboradores, es por el detalle con el que desarrolla las partes divina y ritualística de sus religiones. Así, varias de sus sagas se centran precisamente en esa dimensión como zona de conflicto, lo que no quita para que incluso en aquellas en que no sucede acabe teniendo bastante peso. Para que podáis verlo, voy a hacer un repaso sobre la religión y cómo se trata el tema en relación a la trama principal en sus obras menos conocidas.

Su cosmogonía más conocida es la de la Dragonlance, aunque cabe resaltar que se basaron en la existente en el juego de rol Dungeons and Dragons para, a partir de ahí, sugerir algo nuevo. Aunque hay muchas más deidades en el mundo, como Mishakal, el combate se centra en Takhisis y Paladine en un primer momento para, en la segunda trilogía, hablar de la hibris humana, encarnada en el personaje de Raistlin y su búsqueda de la deificación. Puede parecer poca cosa, ya que no trabajó sola, pero plantear un mundo sin clérigos o cuyos clérigos saben que sus deidades son falsas, así como el resentimiento completo de los seres inferiores hacia las divinidades debido al Cataclismo, fueron detalles que alejaron al mundo de la Dragonlance en sus inicios de otros mundos más clásicos, como pueden ser Reinos Olvidados o Greyhawk (Falcongrís, que se tradujo en España). Sin embargo, es un panteón “de encargo”, por decirlo de algún modo.

Portada de La voluntad del Dios Errante, primera parte de La rosa del profeta, editado en España por Timun Mas en 1988.

Cuando dejó por primera vez de trabajar para la Dragonlance, creó varias sagas con unos panteones muy diferentes. Así, tenemos La Rosa del Profeta, que muestra cómo el ecumenismo y la comprensión de las religiones como un todo acerca a la Verdad, mientras que buscar que tu dios sea el Único y Verdadero aleja de la misma, manteniendo siempre un equilibrio con el paso del tiempo. Por otro lado, tenemos La Espada de Joram, donde la religión es, básicamente, un sistema de control para que los más desfavorecidos en el reparto de la magia tengan un lugar donde caerse muertos o desde el que ejercer el poder. Otra saga en la que se desarrolla bastante el tema de la divinidad y, sobre todo, el enfrentamiento entre el Bien y el Mal y la hibris humana es El Ciclo de la Puerta de la Muerte, donde muchas de las religiones que aparecen tienen como centro a los sartanes, seres humanos con poderes cuasidivinos otorgados por la magia y cuya caída y redención son el centro de toda la saga. Finalmente, en el mundo de Shadow Raider, una de sus últimas sagas que no ha llegado a España y ya sin la compañía de Tracy Hickman, nos encontramos con una especie de Reforma mezclada con una divinidad como fuente de la magia, una Iglesia con poder político y una Inquisición para mantener el control sobre la narrativa de la magia. Algo parecido, pero en el espacio, podemos ver en la saga de La Estrella de los Guardianes, una saga que escribió ella sola, donde se centra en la creación de sectas lavacerebros y llenas de drogas que buscan llevar la perdición a los agentes de la sociedad para poder controlarla.

En La Rosa del Profeta, el mundo visto desde la perspectiva filosófica es, literalmente, una gema de veinte caras; en el centro Sul, el dios principal y cuya verdad está vedada a los seres humanos (excepto a los magos, pero estos con muchas limitaciones), y en cada uno de los vértices se sitúa un dios, que tiene tres características. Los que están en la parte superior de la gema podrían considerarse el Bien, los que están en la cara inferior, el Mal, y los que están en los puntos intermedios, los Neutrales. (Una característica que ya se ve en los dioses de la Dragonlance, que allí se debe a las alineaciones morales del sistema de rol de D&D).

Durante la saga, se nos presentan varios de estos dioses y, mientras en un continente seudoeuropeo tenemos solo a Promenthas y su contraparte, como imagen de la Iglesia con el demonio, en el otro continente se nos presentan varios dioses, siendo los dos sobre los que se centra la historia Akhran y Quar. Es interesante que donde podrían haber empleado un racismo poco disimulado para considerar al dios equivalente a Alá como el mal, lo que hacen es dividir las características y los rituales entre estos dos y otros varios más. También es muy interesante lo que hacen con la diosa del Bien y el dios de Mal, siempre en guerra debido precisamente a los tejemanejes de los dioses neutrales, que les mantienen enfrentados para sacar ganancias, y sin embargo sus creyentes son los más dedicados y fieles. Durante la saga, se nos presenta la complejidad de un mundo en el que tienen testimonios tangibles de la presencia de sus dioses y en el que, sin embargo, la fe puede flaquear ya que los dioses no responden a todas las plegarias. También es muy interesante cómo presentan las diferencias en las leyendas y en las historias, dependiendo de la zona a la que pertenecen los personajes. Los dioses, por otro lado, nos muestran las distintas formas en que seres poderosos pueden relacionarse con los seres humanos, desde la cercanía y el dominio hasta el laissez faire y la confianza en que alcanzarán los planes que desean. Desde la oscuridad de una orden sin sentido para los hombres hasta las órdenes directas para alcanzar sus designios sin que importe lo que el humano desee. También hay una crítica hacia la pureza y hacia el castigo físico para alcanzar esa pureza, pues muestra un estilo de fe peligroso.

Ejemplar de La Forja, primera parte de La espada de Joram, editado en España por Timun Mas en 1988.

En El ciclo de la Puerta de la Muerte tarda mucho en entrar en juego la verdadera divinidad, y no os quiero hablar de ella puesto que es spoiler. Sin embargo, sí os puedo decir que uno de los temas centrales es precisamente la forma en que los sartanes se creen casi dioses y, por tanto, consideran que tienen dominio y decisión sobre las vidas del resto de las especies, como una especie de padres que castigan a sus hijos revoltosos. Es cierto que se enfrentan contra los patryn, que consideran que esos poderes les dan derechos de dominio directo, pero los sartanes se muestran claramente incapaces de dejar en paz a los demás.

Es interesante, sobre todo, porque en el tercer libro son los sartanes el centro de la historia y eso lleva a descubrir una serie de detalles que no son del agrado de los protagonistas, ya que juegan con una de las barreras que suelen plantearse como divinas en estas historias: la vida y la muerte. Por otro lado, en el cuarto, vemos cómo se descubre el Verdadero Mal y cómo sus comentarios suaves y su forma de seducir a la gente inteligente no funciona con la gente buena, porque reconocen la tentación como lo que es. Y del mismo modo que hay un Verdadero Mal, más adelante se encontrará el Verdadero Bien. Y ambos detalles sorprenden a nuestros personajes, que creían que ya habían conocido lo peor al ver al otro pueblo, cuando no hay tanta diferencia ente ellos.

La espada de Joram tiene una aproximación muy distinta, ya que no hay religión con divinidad como tal, sino que todo se centra en la capacidad de todos los que tienen magia de volar, pero donde los catalistas, que no tienen magia propia, han hecho de su necesidad de andar por el mundo una seña de identidad, formando una Iglesia que conserva los preceptos según los transmitió Merlín, más o menos. Es interesante cómo se acerca esto a la visión de la Iglesia que tienen donde los curas de los pueblos son buena gente preocupada por sus feligreses, mientras que en la ciudad y en la propia Iglesia tienen gente con poder político cuya mayor preocupación es mantener incólume el statu quo amenazado por una profecía. Y, sin embargo, es precisamente uno de ellos el protagonista que va a tener que cuestionarse toda su escala de valores.

Es interesante, porque en esta saga no se habla en ningún momento del Verdadero Bien ni del Verdadero Mal; aunque identifiquen al culpable de la profecía con alguien capaz de destruir la sociedad, no es intrínsecamente malo, como sí pasa en las historias en que hay divinidades metidas de por medio. Lo interesante en esta saga en el tema de divinidad está en el personaje de Simkin, que al principio parece completamente innecesario y voluble, pero que, conforme lo conoces más, te recuerda a otro personaje de Weis: Fizban. Y, del mismo modo, acaba descubriéndose como una fuerza suprahumana que busca que estos sobrevivan a las desdichas del universo. Sus actos son extraños y los personajes humanos no los comprenden, pero puedes ver que siempre hay una parte de libre albedrío mezclada con la decisión de mantener viva a la especie humana con todas sus variantes, llevando a una de las frases que suelen gustar más para este estilo de dioses: Los caminos de Dios son inescrutables.

Portada de Shadow Raiders, primera parte de Dragon Brigade, publicado en 2011.

En La Estrella de los Guardianes, una monarquía espacial se ha erigido a través de su genética y su educación especializada, pero cae al principio de la novela para dejar paso a una República. El personaje principal, Dion, es el hijo perdido de esa monarquía protegido por sus guardianes y a quien busca el traidor Sagan. Al mismo tiempo, hay varias religiones según la especie, con su parte política y su parte espiritual, y una secta habla del poder de la sangre de la familia real como algo que puede llevar a la excitación máxima a los humanos normales, detalle que aprovecha una rama de la Familia desdeñada por todos para mantener el poder en la oscuridad. Es esa sensación de secta lo que critica la autora de forma sutil en más de una ocasión, mientras mantiene un diálogo constante entre las obligaciones del poder y las necesidades de cada uno de los personajes, a lo que se une la idea del amor como algo que no puede superar determinadas barreras, pero que sigue existiendo y llenando de sufrimiento a ambas partes.

Finalmente, en Shadow Raiders nos encontramos con algo parecido a este último caso, donde los magos están supeditados a la Iglesia, que se encarga de mantener todo según dictan las escrituras. Es interesante porque en este caso hay una nación de marginados (estilo romaníes) que están justo fuera de la doctrina de la Iglesia debido a una decisión que esta tomó varios siglos antes, cuando descubrieron algo que hubiera cambiado el rumbo de la doctrina. La historia empieza, de hecho, con dos hechos que pondrán en duda esa doctrina: la existencia de la contramagia y la existencia del acero “neutro” al que la magia no le afecta. En un mundo donde la magia sostiene los continentes y las nubes de “aliento de dios” mantienen las naves que se mueven entre ellos, la creencia de la Iglesia da forma a la sociedad, si bien debido a la guerra entre dos naciones ha habido un cisma, al estilo anglicano. Uno de los protagonistas es precisamente un sacerdote de ese continente que tuvo que huir al principal porque si no se lo cargaban, algo fácil de asemejar a lo que pasó durante la Reforma y la Contrarreforma. De ahí que este sea uno de los que más claramente se ven inspirados por sucesos de la Historia de la Iglesia, lo que le da esa pátina de verosimilitud extra que necesita esta historia, mucho más cercana a esas instituciones.

Como conclusión, puedo decir que muchas veces se infravalora la calidad literaria de Margaret Weis, considerando “sencilla” su literatura, cuando podemos ver que hay muchas ideas detrás de detalles que puede parecer que carecen de importancia, como la confección de unas creencias adecuadas al mundo en que viven los personajes. Precisamente por este estilo de detalles su fantasía épica, centrada habitualmente en una lucha entre un Bien y un Mal con mayúsculas, cuya representación son precisamente estas divinidades, se ha convertido en una de las fuentes de “lo habitual en fantasía”, cuando, sin embargo, sus panteones tienen muchas más complejidades y hablan de detalles sociales actuales y pasados mucho más claramente de lo que muchos querrían ver representados.

Colaborador
Khardan (Colaborador): Traductor, bloguero y estudiante de la cultura y la comunicación. Coadministrador de Un hacedor en el desierto, blog de literatura general, colaborador en El Peso del Aire, tuitero constante, moderador en el foro de Laura Gallego y socio de Círculo de Isengard.
Blog, Twitter.


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Una respuesta a «»

  1. No es muy a menudo que uno ve artículos tan profundos y detallados sobre la Dragonlance. Diría que es precisamente esa dimensión ética de su obra la que me atrajo tanto a su obra, aunque el exceso de espiritualidad no sea mi punto fuerte.

    Un placer leerte, estaré atento a futuros posts 🙂

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