Reseña: Experimental Film

La creación de una nueva editorial independiente siempre es una buena noticia, sobre todo si tiene como objetivo especializarse en literatura de terror. Para un proyecto como el nuestro, la alegría es doble cuando surgen grupos como Biblioteca de Carfax, con un catálogo no solo atractivo, sino que además promete llenarse de autoras. Experimental film, de Gemma Files, cuyas impresiones compartiré más adelante, se publicó en junio. En otoño publican a Edith Nesbit (Relatos sombríos) y Beverly Lee (La creación de Gabriel Davenport). Y ya adentrándonos en 2018 tendremos The Cipher, de Kathe Koja. Y además con un diseño y presentación sumamente atractivos.

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Cubierta, obra de Rafael Martín Coronel.

La novela que nos ocupa ganó el Premio Shirley Jackson en 2015, uno de los más prestigiosos de la literatura de terror (el de 2016 lo ha ganado Emma Cline con Las chicas, publicado por Anagrama en 2016). Su autora, Gemma Files, es, además de escritora, periodista y crítica de cine canadiense, algo fundamental para entender la cantidad de información al respecto que encontraremos en la historia y para que no nos pille desprevenidos. No solo es novelista, tiene dos colecciones de relatos y dos de poesía, además de otra novela y una trilogía wéstern que no deja de tener el punto weird que la caracteriza. En 1999 ganó el Premio Horror Guild a mejor relato corto con The Emperor’s Old Bones, que se puede leer ahora mismo en la Revista Nightmare.

Es difícil entrar en Experimental Film porque también tiene una estructura algo experimental, valga la redundancia. No tanto como La Carrera, pero sí resulta a veces caótica: avanza y retrocede en el tiempo, anticipa información o se remonta muy atrás para contextualizarnos una situación o personaje.

Para simplificar, podemos decir que la historia gira en torno a tres temas principales: el cine canadiense o aspectos de la industria del cine en general, la vida familiar de la protagonista y el misterio que funciona como motor de la obra. Con este es con el que comienza, cómo no, pero de una manera tan críptica que será difícil de entender en un principio. Además, la narradora y protagonista, Lois Cairns, entra enseguida a tratar de forma algo abrumadora el tema cinematográfico y el misterio queda algo desligado hasta que llevamos unas cincuenta páginas. Ese tramo inicial puede hacerse algo cuesta arriba para quien no tenga interés en el cine en general (y en el canadiense en particular), o en aspectos técnicos del mismo. Aunque el grueso se agolpa al inicio, habrá detalles por toda la obra y, aunque quizá muchas cosas se puedan escapar al lector menos avezado, se entiende lo suficiente para seguir la narración sin problemas.

Son los otros dos temas los que verdaderamente tiran de la obra y por los que llegamos a conocer al personaje de Lois. Y es que, si tenemos que hablar del epicentro de la novela, no hay duda de que es el terremoto de la protagonista, una mujer madura, madre, fracasada, ambiciosa, persistente. Lois es un personaje muy complejo que se va definiendo a lo largo de la novela, no solo por sus acciones sino también por la voz narrativa. La forma que tiene de hablar dice mucho de ella, a veces incluso más que sus propios actos. No es una mujer prototípica, agradable o complaciente, como tampoco es una madre ejemplar. De hecho, lo más probable es que genere pocas simpatías, pero creo que en gran parte es por la visión idealizada que tenemos de la maternidad. Para mí ha sido el aspecto que más me ha chocado y, sin embargo, no deja de ser terriblemente real.

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Fotografía de la autora, Gemma Files.

A veces no hay más remedio, no podemos más. Los hijos son complicados, no son simples marionetas. Absorben tiempo y atención y muchas veces pareces sobrevivir porque te devuelven todo ese trabajo que les dedicas en forma de cariño. A Lois no le sucede eso. Su hijo, Clark, es autista. Eso implica que, en su caso particular, no le devuelve todo el cariño que necesita, o al menos en la manera en que le gustaría. La relación con su madre ha marcado su propia vida y su manera de ser (Lois insinúa en algún momento que también pertenece al espectro autista) y todo eso se acaba volcando en su relación con su hijo. Por si fuera poco, el hecho de encontrarse en la cuarentena, sin trabajo y sin ningún logro en la vida que haya obtenido por sus propios medios hace que se nos presente a una mujer que necesita ser egoísta para conseguir la que quizá sea su única oportunidad en la vida de ser reconocida por algo.

Esa oportunidad es la que da pie al misterio en torno al que gira la historia. Durante la exhibición de una serie de películas experimentales (la parte técnica que más disfruté), Lois asocia uno de los fragmentos expuestos con una historia. Todo ello la arrastrará a la búsqueda de las películas perdidas de la que podría ser la primera directora de cine de Canadá. No obstante, también desde ese momento, el lector entrevé que algo más está pasando, algo oscuro y sobrenatural que la narradora es incapaz de percibir, solo de describir.

Esto es apenas una descripción somera de lo que ocurre en la primera parte de la novela. La autora asienta las bases y saca los hilos que atraparán al lector para continuar como una vorágine durante el resto de la historia. Me atrevería a decir que, si llegado a ese punto no se está enganchado, será difícil hacerlo más adelante, porque todo seguirá girando en torno a la leyenda tras la película experimental y su relación con Lois y su familia. Esta última será la más importante, en realidad, siendo además una constante en su obra. La parte fantástica, con fantasmas y leyendas del este de Europa, está bien, pero no es nada novedoso. Lo que hace conectar es cómo esta parte liga con la vida personal de la protagonista y la manera en que afronta todo lo que le viene encima.

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Cubierta de la edición canadiense de Experimental Film en ChiZine Publications.

Files tiene un estilo pulido, utiliza las palabras precisas para lo que quiere contar, y muchas veces eso no es todo lo que quiere decir. Hay una dificultad añadida en Experimental Film, y es que el lector tiene que hacer un esfuerzo y juntar las piezas por sí mismo para entender lo que están contando. Eso, junto a la parte «dura» de la cinematografía, puede hacer de esta una novela ardua, no apta para todo el mundo.

¿Puede haber mucho de autobiográfico en el relato de la autora? Por su condición de periodista y crítica de cine canadiense, es fácil pensarlo, puesto que son características que comparte con Lois. Su hijo también fue diagnosticado con un desorden del espectro autista en 2008. Por eso hay mucho de visceral en la manera en que describe las relaciones entre la protagonista y su marido, su hijo y su madre, quebrando por completo la idealización que se puede tener de una familia. Es este, sin duda, el verdadero punto fuerte de la obra, lo que la dota de sentido. Esa continua lucha entre lo familiar y lo laboral, los sacrificios que requiere. Pero, sobre todo, lo importante que es para alguien la realización personal y lo básica que es la paciencia y la confianza para que una relación se mantenga a flote.

Experimental Film es una de esas obras en que es difícil hallar una opinión que nos satisfaga, tiene muchas características para que nos encante o la odiemos. Si tenéis ocasión, no dudéis en preguntarle a personas cercanas a otras con autismo, o mejor aún, que sean autistas, porque darán una visión mucho más poderosa (para bien o para mal, no lo sé) de esta obra. Pero de lo que estoy bastante segura es de que está bien escrita, no hay nada dejado al azar (ni siquiera esa apariencia caótica) y lo más terrorífico que tiene es que posee una parte tan real que duele.

Laura S. Maquilón
Laura S. Maquilón (Reseñas/Fichas de autoras): Sierpe. Lectora por vocación. Arquitecta por amor al arte. Amante de la fantasía desde pequeña y fascinada por la ciencia ficción. Escribo relatos y tengo muchas historias en la mente. También escribo reseñas. Y artículos. Y hasta la lista de la compra.
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